Una ocupación personal digna como referente social.
Requisito fundamental e irrenunciable, reconocido en las Constituciones
de sistemas variopintos, en las democracias…pero -como ocurre en los demás
derechos fundamentales, no los reconocen Estados y gobiernos como de obligado cumplimiento, si no como “metas
ideales”. Mal hecho pues.
Al menos en una sociedad democrática apreciada y verdadera,
independiente del color político en concurso…Es un hecho dedicado y debido, al contrato social, donde se reagrupan los
esfuerzos necesarios para cumplir; mera obligación institucional y política,
como mandato supremo de la verdadera soberanía del pueblo y su primigenia
voluntad; requisito básico de la imbricación
social.
Si no “la empresa”, carece de sentido social coherente,
justo, apropiado, por las competencias leales de las instituciones
representantes de estas voluntades refrendadas y/o sufragadas; quedando estas
instituciones que no concurran y persigan esta taxativa ley, fuera de la misma,
en suplantación. Y que no se deben olvidar, evadir, declinar, ignorar y menos
obstruir u obstaculizar, para que las iniciativas encaminadas lleguen a buen
puerto.
A través del trabajo reglado –al menos las personas
humildes, obreros y trabajadores por cuenta ajena, sin otros recursos de
capital solaz…se ganan la vida y la de los suyos con su esfuerzo y capacidad, en
condiciones y oportunidades que se les brindan.
Hay muchos casos, cargos, hechos y supuestos “subvencionados” o más propio, gastos necesarios…por todo Estado
o sistema, muchas veces por “deudas
contraídas” en el normal funcionamiento de soberanías, independencias…presidencias,
milicias o cuerpo militar, policial, ministerios, legisladores, jueces…y un sin
fin de situaciones del ciudadano o natural: ancianidad, enfermedad, educación,
desempleo o desocupación, indemnizaciones concurrentes en las actividades
industriales y tratos civiles, representación social, etc.
El desempleo es “el
rompiente” de las concatenaciones. Objetivamente es oneroso, grava a las
demás disposiciones, una fuerza de recaudo productiva desechada, en descartes
arbitrarios, numéricos y estadísticos, caprichosos; que repercuten necesaria y
proverbialmente, en los eslabones más débiles, los antedichos humildes (cuando
esta situación es masiva e insostenible “se producen los motines y revoluciones,
violencias, represión” y fanatismos).
En un Estado social saludable para que el Estado, asuma las
prerrogativas encomendadas…estas se
nutren de las imposiciones y tasaciones, vía impuestos, de común acuerdo.
Estos impuestos deben
cumplir las obligaciones del buen uso y disposición del gasto estatal.
No tratándose ni siquiera en idea peregrina de subsidios derivados de incompetencias,
lucro elitista y cobro desmesurado en actividades poco eficaces, no
justificadas y/o coberturas y obligaciones de carácter social inflacionaria, a
cargo de la hacienda nacional o pública, si no de cumplir con la igualdad,
libertad y solidaridad perseguidas, la eficacia y profesión de quiénes lo atesoran,
y la minimalización del gasto superficial, que no se cargue en excesos, en la
actividad productiva y recaudatoria.
La ingente demanda en la salud, educación, pensiones y
prestaciones sociales y las derivadas de “incapacidades generales diversas” se
minimalizan de igual manera con eficiencia; y dignifican, si al cambio
“ineludible”, se le agrega un acto productivo, una ocupación productiva, de acuerdo a las posibilidades adaptadas para
ello, excepto en las situaciones extremas
inviables de operación y ancianidad, de justa recompensa o causa mayor.