jueves, 16 de febrero de 2012

UNA HISTÓRICA RECESIÓN

Mientras el desempleo registrado rondara el 10, 12% “estructural” (¡¡hay quien defiende eficaz por la competitividad, que este desequilibrio es necesario!!) de familias e individuos, a nadie le preocupara en demasía.
Excepto a los desempleados-empleados que rotaban o percibían algún tipo de ayudas o prestaciones cuando no activos, y especialmente a algunas centenas de miles de excluidos completamente del circuito laboral.
La masa real de “desempleados contados y no contados” contando además con la precariedad de la economía sumergida, pudiera rondar el 17-20% de baja, en el total de personas con capacidad laboral, productiva y contributiva. Esta cifra mantenida es antisocial, indigna y onerosa para el trabajador despojado, que se le condena a una vida privativa y marginal, y en general gravoso para el conjunto social, destinando recursos que son necesitados en otras áreas como en salud o educación y el progreso, manteniendo la exclusión con ayudas precarizadas.
Sin olvidar que el engrase, la base económica-productiva-consumista, es el esfuerzo físico, personal, de una gran masa de hombres y mujeres alentados (trabajadores, empleados) que contribuyen con su renta nominal y la impositiva generalista (iva) del consumo, a que los demás organismos del Estado y la Empresa, inversores…Supervivan.
Este estado de “nirvana” por lo visto se rompió y por apariencia, todos han vivido por encima de sus posibilidades hipotecándose en demasía sin ninguna base sólida, una sociedad que partía de una economía "tecnicista de posguerra" una base social sin amplia clase media aunque fuese baja, una cultura rural…que por arte de magia, por pertenencia a un mayor club U.E. se cambian los parámetros de bienestar (“derroche”) su población general accede al consumo y los inmuebles, la alegría en el gasto, mejor formación y posibles acumulados materiales… no han servido para más que para elevar la inflación, el gasto hipotecario y la durabilidad de una recesión que cabalga cual muerte descabritada por encima de soberanías y estados... mientras ¿que hacía la política y los responsables económicos? ¿y los altamente beneficiados?

El trabajo es la dedicación en tiempo y esfuerzo del periodo vital más importante, es la actividad social preponderante, y como tal, la importancia del comportamiento correcto en sus partes.
No es una cuestión ajena a las personas, no es solo dependencia laboral como se quiere reducir en el ámbito meramente económico.

¿Me dicen si hoy, estas consideraciones se alejan palpablemente hacia lo peor, y estas preposiciones “imaginarias” se cumplen, pero elevadas al cubo?

Atrás quedarían como guardadas aquellas oportunidades que los profesionales, trabajadores manuales, la población base, que disfruta de una calidad media de salud y bienestar: consumo de calidad, salud de sus hijos y cuidados en los mayores, educación; a tal forma que la descendencia no pueda aspirar a la educación superior y progreso social de igualdad, en base a su economía de origen, excluida la capacidad, siendo gravoso rondando el calificativo de patibulario, se convierten en reen del metálico.


Luego está la otra gran pata de idealidad suponible del tejido productivo. El inversor, industrial, el empresariado; que del sistema capitalista del cual navegamos, viene a decir el orden de preferencias a saber: el empresario es quien, crea el empleo con su ideal, capacidad de innovación e inversión, y por estas acciones crea riquezas que reparte “equitativamente con sus trabajadores” y vía impuestos con cargas de seguros y asistencias.
Total la inversión de los conceptos, que llevan por extensión a que el empresario es el dueño privativo de la actividad; y como tal el trabajador, el resto social, se deben a las transformaciones que presenten el beneficio empresarial y la demanda: productiva, laboral… excluyendo las normas y obligaciones sindicales o de cualquier otra índole de derechos adquiridos sociales y democráticos, en definitiva las leyes que tienen que asistir a cualquier ciudadano empleado o por “cuenta ajena”.

¿Ajena a que? ¿A una actividad remunerada suficiente, al disfrute de la salud, el ocio y la cultura, ajena a la alegría, la paz y la solidaridad, ajena a los beneficios sociales que desencadenan la libertad y la cooperación en que se deben fundamentar cualquier organización social del ser humano?
La economía lucrativa y/o especulativa que ostentan estos tiempos del bochorno; siempre como obligación regulada, deben supeditarse a las personas, al bienestar del ciudadano y en su conjunto como pueblo.

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